Alice was beginning to get very tired of sitting by her sister on the bank, and of having nothing to do...

domingo, 15 de junio de 2008

Caracol, el gato viajero

Ada siempre tuvo historias traumáticas con sus mascotas. Tuvo gatos de pequeña y también peces, su mamá no es muy amiga de los perros, diríamos que sufre una fuerte fobia si no fuera porque al leerlo manifestaría, de seguro, inconformidad. Así que no lo diremos. Ada recuerda dar de beber leche a unos gatitos recién nacidos, leche de unos biberones que en realidad eran jeringas -sin aguja-, estos gatitos eran blancos, o quizás sólo era uno. El gatito murió pequeño y Ada no recuerda el día en el que murió, ni al gato, ni su nombre, sólo tiene un recuerdo borroso de cuando su papá lo metió en una caja de zapatos y lo enterró en algún lugar... De todos modos ella piensa a veces que el recuerdo de la caja lo tomó de algún serial de la televisión, y de mayor duda de si el pequeño felino fue enterrado o de incluso si llegó a existir alguna vez. Quizás algún familiar ha confirmado en parte esos recuerdos, pero sin detalles y Ada quizás sólo ha hablado dos veces de ello en su vida.

Recuerda unos peces de colores en una hermosa pecera de cristal, como antigua. Una pecera preciosa que aún conserva y que evocaba mundos de fantasías acuáticas. Metieron dentro de la pecera muchas piedras de colores y otras de cristal azul que parecían gotas de océano, y también le recordaban a las cuentas de un collar mágico que una vez tuvo en un sueño. Para que los peces de colores se sintieran como en casa les pusieron caracolas de mar, para que pudieran tener sus escondites y jugar. Uno de los peces era un suicida y saltaba fuera... por las mañanas cuando faltaba lo buscaban con desesperación por el salón y lo devolvían al agua, hasta que un día nunca apareció. A Ada le da vergüenza admitir que realmente el tacto de los peces le desagradaba y que le costaba mucho tocarlos con las manos, viscosos y frágiles, y que siempre lo pasaba mal cuando iban a limpiar la pecera, por temor a dañarlos. Sufría. Los peces acabaron muriendo y al final que ya no estuvieran fue una alivio, pero siempre sentiría culpa, además de una especie de temor a que el fantasma del pez desaparecido saliera de dentro de una de las caracolas en las que había quedado atrapado, según ella, y siempre que pasaba cerca de esta se sentía acosada por su presencia, como una mala vibración kármica. Nadie creyó nunca que el pez desaparecido no hubiera realmente desaparecido, pero algún tiempo después algún hecho que ella no recuerda con claridad confirmó su teoría. Eso cree pero no es capaz de afirmar si esa confirmación fue compartida por alguien más que el pez y ella misma.

Algunos de sus amigos tuvieron conejos y otros animalitos, como pollitos teñidos de colores. Ahora los considera un atracción monstruosa: pollitos rosas, naranjas, azules... En su día no supo mantener una relación sana con los animalitos de sus amigos y un escalofrió, como de nerviosismo extraño, recorría su cuerpo cada vez que sostenía en sus manos el cuerpo caliente de, digamos, un pequeño conejo, y sentía el ligero latir de su diminuto corazón, le entraba pánico de pensar en un movimiento rápido de la criatura, un movimiento que ella no hubiera calculado. Nada más pensarlo, antes de rozar el peludo cuerpo, ya sentía ganas de soltarlo y correr. Temía hacerle daño, y sentía también algo de vergüenza.

Ada tuvo otro gato, era un gato negro y simpático. Tenía la cola partida en dos, truncada, como si fueran dos pequeñas ramas, parecían cuernos, y le puso de nombre Caracol. A Caracol le cantaba aquella canción que decía: Caracol-col-col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre, ya los sacó... Siempre le ha molestado pensar que no se acuerda bien de la canción, por lo de la falta de concordancia sintáctica, pero imagina que serían cosas de chicos para consolarse. Se sentaba con su gato negro en las escaleras da la puerta de su casa y le cantaba, jugaba con un globo. Caracol era un gato medio salvaje porque vivía entre la casa y el patio y la leñera de la casa. Cazaba, y jugaba con Ada. Cuando volvieron de vacaciones un verano ya no estaba. Le contaron alguna historia amable y, pasado un tiempo, más gatos fueron a vivir entre el patio y la leñera. Le contaron que eran los hijos y los nietos de Caracol. Ada siempre esperó que Caracol volviera, y durante mucho tiempo lo buscaba cuando veía un gato negro en cualquier sitio, le habría sido muy fácil reconocerlo, por la cola, y le habría cantado Caracol-col-col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre, ya los sacó... Echaba de menos a Caracol, pero le enorgullecía haber tenido un gato viajero. De mayor Ada quiere tener un gato negro y viajar.

4 comentarios:

yo dijo...

Me recordó a aquella vez que me metieron un gatito bebé en el bolsillo. Yo tenía 8 años y el gatito me arañaba....pobre...
Pero siempre quise tener mascotas..
saludos!:)

Ada.. dijo...

he! Lau, que tierno recuerdo!! de no ser Caracol, creo que a la pequeña Ada le habría dado un ataque de histeria... o quizás lo habría aforntado con stoicidad y se habria acabado haciendo amiga del gato... que eso tb era propio de ella...
Gracias por dejarte caer!
Besitos!

... dijo...

Ada…¡Ada!
¡Este relato es una belleza! No sé si me entristece, o si me da ganas de soltar una buena carcajada; pero en cualquiera de los dos casos, que explicaré, es una belleza.
Si lo tomo desde el lado de una prosa poética triste, y no de un relato, la descripción deja al descubierto un alma sensible, llena de matices y recuerdos (hay detalles que escapan a la ficción, dejando en claro alguna vivencia). Y en el final es tiernamente hermoso, con esa ambición de escapar, y en cierta forma el querer recuperar al gato denota añoranza de ternura.
Ahora, desde lo jocoso… ¡Qué mala suerte la tuya mujer! Creo que si te compras un zoológico te fundes jajaja. Creo que todo es culpa del gato negro. ¿No sería él quien se tragó al pez volador?
Me encantó, tienes madera de escritora. (Me gusta que no lo hayas narrado en primera persona, eso lo hace más interesante)
Besos
(Si encuentro un gato negro que quiera viajar te avisaré)

Ada.. dijo...

vivian, gracias por las cosas que dices! lo del pez volador... ay! no creo que a pequeña Ada pudiera soportarlo! se nos "traumaría"! jeje! si ves al gato mándamelo!
un beso!